martes, 10 de marzo de 2009

El Circo y La Segadora


Había perfeccionado mi relación con los grillos.

Aprovisioné a cada uno de ellos, con una pequeña balsa que fabriqué con los corchos de los garrafones, y que ataba al carromato con un cordelillo. Todas las noches se hacían a la mar cantando como cascabeles, pero todavía no estaba satisfecha y le daba vueltas en mi cabeza a la idea de secuestrar también varias luciérnagas o de domar el fuego de San Telmo, para dar ambiente.

Caligrafié estas curiosidades en un cuaderno de notas, que improvisé con el envés de mi mano y me prometí obtener de inmediato una cajita de rapé y algo de tabaco, pues estaba pensando en fabricarme una pipa con un par de cocos, por ejemplo, ya que me sentía bastante capaz en aquel momento.

Pensar en tantos proyectos me dejó exhausta, así que me tumbé al pairo sobre el bisoñé y le di un tímido trago a un pequeño botellín.

Me traspuse en seguida.

Me despertó Pequeñín, excitadísimo y dando botes de dos centímetros a lo largo de todo el carromato.
Señalaba un punto en el horizonte y creí ver unas banderillas ondeando sobre lo que parecía ser un circo.

El Mesías chasqueó la lengua y remató la jarra de hidromiel que le quedaba más a mano.

Pele dijo, que podíamos echar un vistazo, que quizá aquellas gentes tuviesen viandas para compartir, porque estábamos los cuatro perdiditos de hambre.

Allá nos arrimamos, luciendo los sacos de arpillera. Todos menos Pequeñín, que se había vestido de puta para la ocasión.

lunes, 9 de marzo de 2009

El pensador


"Si tuvierais la misma cara y el mismo pelo,

os pareceríais un poco."

martes, 3 de marzo de 2009

El circo y la Segadora


Me coloqué en posición con la bandeja de cacahuetes.

A mi lado se sentaba una mujer variopinta, que me recordaba insistentemente a alguien. Fue al dirigirse a mí, cuando supe que aquella mujer era mi igual, la desdentada, la que no había cruzado jamás la aduana del sentido común.
Me miró a través de cuatro pestañas y, suspirando, musitó:

-¡Tengo tanta tendencia a desdoblarme!

Inmediatamente aplaudí y le casqué tres cacahuetes para abrir boca.

-¿Dónde está nuestra amiga común, la señorita Mínguel?-pregunté, pues no había vuelto a hablar del tiempo desde entonces.
-Oh, se halla aquí mismo.- y me señaló ladina.

Se distrajo, levemente, sacándose restos de cacahuete de entre un par de dientes, equidistantes entre sí, de los que le quedaban en la boca, y acto seguido me pidió que le despachase algún bebistrajo, por clemencia.

-Dese cuenta, de que llevo equis días sucesivos alimentándome únicamente de achicoria.-me espetó a tumba abierta.
-Yo es que llevo toda la vida cobrando en negro.- dije, obsequiándola con un chupito de licor café.

Su rostro se iluminó cándido, y departimos animadamente como dos colegialas sudorosas en clase de gimnasia.

Chupamos aquella botella profesionalmente.

-¡Quédese con mis emolumentos!-gorgoteó.
-¡Y usted con mis condolencias!-transferí generosa.

Después de intercambiar varios títulos universitarios, nos dedicamos a contabilizar nuestros respectivos méritos.
Ninguna de nosotras superó la prueba de acceso y suspendimos copiosamente.

Abrí una petaca de Cointreau y nos despiojamos durante la actuación de la trapecista.

Se guardó una liendre como recuerdo.

-Tengo planeado unirme al circo.-me graznó en un agujero de la nariz.- ya que poseo varios dones, que compaginan perfectamente entre sí.
-Quizá, posea usted también alguno de los míos.-salpiqué.

Me sonrió como quien sufre un calambre.

-Voy a languidecer un rato.-concluyó.

La dejé abrazada a la petaca y me abalancé entre las filas de espectadores, vendiendo maní.

lunes, 2 de marzo de 2009

Minoria Absoluta


"Hoxe teño unha nube neghra enriba miña,

é unha nube de minoría absoluta"

Entre los seres de los árboles



Me decoré el cuerpo con mimosas y una corona de eucalipto, y dancé para ellos al estilo de Isadora.

Volvimos a extrañar nuestra infancia, para variar, e intercambiamos cromos de nuestras series favoritas.
Conseguí uno de la señorita Fletcher y se lo cambié a Pequeñín por otro del Teniente Colombo buscando un casquillo en Indianápolis.

Nos faltaba poco para completar el álbum, cuando fuimos interrumpidos, una vez más, por los Argonautas.

Traían sus togas cargaditas de frutos, pero venían perplejos:

-Allí arriba hay gente.-bombeó el más alto señalando a las copas de los árboles.
-Un gentío más bien.-calificó el más joven.-tuvimos que pasar de lado en diversas ocasiones.

Considerando la posibilidad de que aquella gente arbórea tuviera algún cromo repetido, nos lanzamos a trepar por los troncos como ponis.

Efectivamente, en cuanto pusimos nuestros pies sobre la cima de aquellos árboles, se perfilaron ante nosotros una granada selección de especimenes humanos, todos ellos diplomados o licenciados, según los títulos que colgaban de las distintas ramas que allí había, pero ni sombra de cromo alguno para cambiar.

Eran en verdad numerosos y no paraban de repasar nerviosamente, toneladas de folios escritos por las dos caras, a doble espacio y parcialmente subrayados de manera fluorescente.

Por suerte, habíamos traído con nosotros, una partida del licor de junco de Pele y entre trago y trago, pronto supimos de la vida de aquellos desgraciados.

Se habían pasado media existencia hincando el codo y la otra media opositando. Localizamos a uno que rondaba los ochenta pero que “no perdía la ilusión”, nos dijo.

Había otros, que andaban tan alto entre las ramas, que tenían la cabeza, literalmente, en las nubes y que se alimentaban de la savia de los árboles. Estos no recordaban una vida anterior a las oposiciones.

En sus demacradas y paliduchas caras se dibujaban largas ojeras profundísimas, que les daba un tono púrpura difícil de combinar.
Algunos llevaban sin dormir desde su último cumpleaños y otros carecían de pensamientos propios, ya que en sus cabezas sólo se almacenaban temarios y notas variadas.
Muchos de ellos ya no recordaban ni a la madre que los parió.
Nos pidieron, por favor, algo que les ayudase a mantenerse despiertos infinitamente, porque no tenían tiempo para asimilar toda la sabiduría universal.

Precisamente, se hallaban allí, por que según sus coordenadas, tenían un examen eliminatorio, vital, al día siguiente, en aquel lugar exacto y querían estar al tanto, ya que cualquier movimiento en falso, era suficiente para que te descalificara el tribunal.

Esto nos indignó de tal manera, que acordamos despachar una ronda para todos.