lunes, 2 de marzo de 2009

Entre los seres de los árboles



Me decoré el cuerpo con mimosas y una corona de eucalipto, y dancé para ellos al estilo de Isadora.

Volvimos a extrañar nuestra infancia, para variar, e intercambiamos cromos de nuestras series favoritas.
Conseguí uno de la señorita Fletcher y se lo cambié a Pequeñín por otro del Teniente Colombo buscando un casquillo en Indianápolis.

Nos faltaba poco para completar el álbum, cuando fuimos interrumpidos, una vez más, por los Argonautas.

Traían sus togas cargaditas de frutos, pero venían perplejos:

-Allí arriba hay gente.-bombeó el más alto señalando a las copas de los árboles.
-Un gentío más bien.-calificó el más joven.-tuvimos que pasar de lado en diversas ocasiones.

Considerando la posibilidad de que aquella gente arbórea tuviera algún cromo repetido, nos lanzamos a trepar por los troncos como ponis.

Efectivamente, en cuanto pusimos nuestros pies sobre la cima de aquellos árboles, se perfilaron ante nosotros una granada selección de especimenes humanos, todos ellos diplomados o licenciados, según los títulos que colgaban de las distintas ramas que allí había, pero ni sombra de cromo alguno para cambiar.

Eran en verdad numerosos y no paraban de repasar nerviosamente, toneladas de folios escritos por las dos caras, a doble espacio y parcialmente subrayados de manera fluorescente.

Por suerte, habíamos traído con nosotros, una partida del licor de junco de Pele y entre trago y trago, pronto supimos de la vida de aquellos desgraciados.

Se habían pasado media existencia hincando el codo y la otra media opositando. Localizamos a uno que rondaba los ochenta pero que “no perdía la ilusión”, nos dijo.

Había otros, que andaban tan alto entre las ramas, que tenían la cabeza, literalmente, en las nubes y que se alimentaban de la savia de los árboles. Estos no recordaban una vida anterior a las oposiciones.

En sus demacradas y paliduchas caras se dibujaban largas ojeras profundísimas, que les daba un tono púrpura difícil de combinar.
Algunos llevaban sin dormir desde su último cumpleaños y otros carecían de pensamientos propios, ya que en sus cabezas sólo se almacenaban temarios y notas variadas.
Muchos de ellos ya no recordaban ni a la madre que los parió.
Nos pidieron, por favor, algo que les ayudase a mantenerse despiertos infinitamente, porque no tenían tiempo para asimilar toda la sabiduría universal.

Precisamente, se hallaban allí, por que según sus coordenadas, tenían un examen eliminatorio, vital, al día siguiente, en aquel lugar exacto y querían estar al tanto, ya que cualquier movimiento en falso, era suficiente para que te descalificara el tribunal.

Esto nos indignó de tal manera, que acordamos despachar una ronda para todos.

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