miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mi cuarto 2



Me quito despacio el esparadrapo de la boca.

Así es, “duermo” con un esparadrapo tapándome la boca.

Pensarán que no ando muy bien de la cabeza, pero es simple precaución.

Ya tengo demasiados orificios al descubierto como para andarme con tonterías.

Seguramente, todo el mundo sabe ya, que a lo largo de nuestra insignificante y pulida existencia, engullimos de manera fortuita, una media docena arañas mientras dormimos, entre otros especimenes, por supuesto: ciempiés, hormigas, mosquitos, cucarachas… y yo no estoy dispuesta a añadir ninguno más al zoológico de mi estómago y convertirlo en un auténtico muestrario de insectos.

No puedo hacer mucho por el resto de mis pequeñas cavidades que están a merced de cualquier intruso, pero conservo la sólida esperanza de que quienquiera que entre en ellas salga después educadamente.

Me preguntaba cómo era posible que, armando semejante barullo, mis progenitores no se despertaran de su profundísimo sueño.

Escapa a mi capacidad de comprensión la facilidad que tienen algunas personas para dormirse en cualquier parte.

Te están hablando y seguidamente ya las oyes roncar o silbar, así, si más, parece que no hay ningún preámbulo entre una cosa y otra, y eso me pone de una mala hostia de mil pares de cojones, a demás de dejarme con la palabra en la boca.

Me encuentro en medio de un dilema, no logro decidirme entre asomarme al exterior de mi precario cubil o quedarme aquí dentro relativamente a salvo.

Soy una cobarde, mi familia entera está en peligro y yo soy la única que se percata de esta contrariedad.

Debería actuar.

Pienso en una nutrida recua de héroes mitológicos para darme fuerzas, pienso en Juana de Arco, en el Cid Campeador, también en el Teniente Colombo, aspiro una bocanada de aire viciado y me “veo” a mí misma acercando mi mano al pomo de la puerta, lo giro muy despacio, como si estuviese relleno de nitroglicerina, llego a su tope y entonces empiezo a abrirla.

Mis ojos están acostumbrados a la penumbra de mi “cuarto”, por lo que el exterior se me antoja una orgía luminosa, una verbena de luz, vaya.

Mis pensamientos van desde apropiarme de un cuchillo de grandes dimensiones en la cocina, tipo peli barata, a llamar a la policía con el consiguiente tiempo de espera infinito, en el que los malhechores tendrían ocasión de acabar con todos nosotros varias veces, incluso barajo la posibilidad de salir pitando de allí y no parar de correr hasta el puto fin del mundo.

Soy muy primitiva, por lo que me deslizo hasta la cocina y me adueño de un cuchillo gigante que mi dulce progenitora usa para despedazar pollos indefensos.

Me armo también con la tapa de la perola más grande del ajuar doméstico de mi madre.

Parezco un gladiador de andar por casa, sabiendo que arriba me esperan los hambrientos leones y el Cesar.

Me replanteo la opción de volver a mi guarida y fingir que soy invisible o, en su defecto, una escoba, pero me puede la curiosidad como a un gato retrasado y me transporto con el máximo sigilo por los lindes de mi hogar.

Estoy descalza, mis pies se pegan continuamente al suelo dificultando mi avance, pero ahora ya es tarde para solucionar este contratiempo así que no me detengo hasta llegar al mueble bar.

2 comentarios:

  1. Joer me tienes intrigado y a la vez me rio imaginandote por tu cocina con el cuchillo y tapa de perola jejejeje,venga esos huevos jejejeje.Un abrazo.

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