miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mi cuarto 3


Allí me avituallo, como dios manda, con un par de tragos del coñac barato de mi padre para darme ánimos.

Aun apuro otro.

Estando ya media borracha me veo mucho más capaz de salvar el mundo.

Incluso prescindo de mi escudo casero y lo sustituyo por la botella de Soberano.

Supongo que mi dudoso padre no se enfadará conmigo por birlarle su tesoro, teniendo en cuenta que me dispongo a salvar su vida.

Me parece que en mis diecinueve años de existencia, mi padre y yo, habremos cruzado unas cincuenta palabras sueltas y una media docena de frases completas, amén de varios conatos de comunicación abortados.

Nos llevamos bien.

Creo que repté hasta el pie de las escaleras como mejor supe, tenía ante mí el primer escalón, allí contemplé aquella larga fila de peldaños y pensé en un patíbulo.

Me regalé otro trago de inmediato.

Comencé a subir, lo hacía lentamente y con mucha discreción, aunque de vez en cuando me descubría perdiendo un poco el equilibrio y tuve que apoyarme ora en la pared ora en la barandilla y en algún momento hasta me sujeté con una uña.

Al llegar a la mitad, más o menos, distinguí un sonido como de voces que venían de arriba, parecían suaves, susurraban, pero eran audibles.

Paré en seco, intentando encajar aquel nuevo dato dentro de mi mollera para ver si le sacaba una solución al rompecabezas que se estaba formando esa noche.

Me senté en aquel peldaño equipada con el colosal cuchillo y con mi botella de coñac mediada y medité.

“Vamos a ver, si yo fuese un ladrón o un asesino y me dispusiese a allanar una propiedad ajena y privada, intentaría hacer el menor ruido posible y no me pondría a dar voces ni a interrelacionarme amistosamente con los posibles inquilinos del supuesto inmueble, hasta aquí todo correcto.

Entonces, esos de ahí arriba, es posible que o bien:

a) No son ladrones/asesinos profesionales, sino unos chapuzas.

b) Lo son y por eso van sobrados y se permiten el lujo de hacerse notar.

c) No lo son, pero sin embargo se trata de unos locos peligrosos a los que se la sopla que los descubran, es más, disfrutan con ello por que están tronados a más no poder y se regodean torturando a sus presas como sicópatas que son.”

Aquí paré de meditar y me racioné sendos tragos en una abrir y cerrar de ojos. Tanta meditación me estaba acojonando.

Me puse en pie de nuevo, y me volví ciega al instante.

Tanteé en el aire para encontrar algo a lo que sujetarme y me acomodé en los mullidos peldaños al tiempo que una risita floja amenazaba con salir de mi garganta.

No es que ya no tuviera miedo de lo que pudiese haber arriba, es que tenía una falta de interés total por todo el asunto en sí, me daba igual que una remesa de asesinos en serie anduviera pululando por allí o que estuviesen sodomizando a mi familia en masa.

Nada de eso me importaba y al mismo tiempo estaba ampliamente risueña.

No me extrañaba que mi padre tuviese tanta afición por los licores, porque aquel brebaje me hacía sentir de puta madre.

2 comentarios:

  1. Esto esta muy bien pero ya me empiezas a tocar los huevos llega a final ya sino voy a empezar yo con una botella de soberano jejeje. Un abrazo

    ResponderEliminar